La Fundación Cetmo considera que disminuir la velocidad comercial de los autobuses no sólo significa una pérdida de competitividad, sino que es incoherente con la reducción de las muertes totales atribuidas al tráfico, según muestra un estudio elaborado por la institución que ha hecho público Fenebús. La lectura de los datos recogidos coincide con los argumentos aportados por las patronales ante la propuesta de una nueva Ley de Tráfico para reducir de 90 a 80 kilómetros por hora la velocidad de los autobuses en carreteras convencionales.
“Establecida una determinada velocidad máxima genérica absoluta (los 100 km/h, que limita el tacógrafo), no hay evidencias de que un diferencial de velocidad ligeros-pesados mejore la seguridad (con las características de los vehículos actuales). En cambio, hay consenso en que homogeneizar la velocidad del tráfico reduce el riesgo de accidentes y mejora la funcionalidad, consumo y emisiones, si se cumplen condiciones de adecuada disciplina viaria en el uso de los carriles”, señala.
El trabajo subraya que “en realidad, las muertes derivadas del tráfico (por accidentes, pero también por contaminación local) requieren un enfoque sistémico y es cada vez más ampliamente aceptado que reducir muertes atribuibles al tráfico requiere que la planificación proporcione a los usuarios la posibilidad de ‘no tener que conducir’, priorizando desplazamientos en función de su valor añadido, etc. y eso no se consigue penalizando el transporte público respecto al privado”.
Además, el informe pone de manifiesto la dificultad y el coste de reaccionar defensivamente ante decisiones ajenas o circunstancias sobre las que el sector del transporte por carretera no tiene control. También ha propiciado reflexiones con expertos y representantes de las diferentes áreas vinculadas a los vehículos, los transportistas o las administraciones, entre otros, que han permitido acceder a nuevas fuentes de conocimiento.
No conviene olvidar que España tiene uno de los menores porcentajes de víctimas por accidente con implicación de un autobús o autocar, ponderado por la población del país (sin tener en cuenta, por tanto, el efecto del turismo): 1,1 por millón de habitantes.